Nos decantamos por la segunda opción y a las diez de la mañana salimos desde Oviedo dirección San Isidro para dejar el coche en el Fielato.
Doctor Penanes ya está preparado. |
El día estaba bastante caluroso y el sol cascaba, así que un poco crema, camiseta oficial alpina y a caminar. Eran las once y cuarto cuando nos pusimos a andar. El objetivo era alcanzar el Pico Oso y el Pico Nogales para hacer la vuelta por el mismo sitio.
En la foto se puede ver una novedosa protección contra garrapatas elaborada por el alpino Samu.
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El camino estaba bien señalizado y con las nuevas tecnologías ya es difícil perderse, aunque los alpinos somos capaces de lo mejor y de lo peor.
Fuimos encontrando mucho ganao a nuestro paso en las diferentes colladas como la de Vildoso.
El alpino que susurraba a los caballos.
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Tras unas paradas para sacar fotos y comer un poco chocolate para reponer fuerzas seguíamos en dirección a la collada del Alba para coger el sendero que nos llevaría a la collada entre el Oso y el Nogales.
Una vez en la collada de las Llanas levantamos la mirada y descubrimos la puerta y el Pico Huevo, muy conocido por nosotros gracias a nuestra época campamentil. Decidimos ir primero al Pico Oso y tras una pequeña ascensión hacíamos cima a 2.021m
Los Tres Alpinos en el Pico Oso |
Ya en lo más alto nos fijamos en el Agujas, el Bodón, incluso en el pinar cercano al Campamento Pelayo.
Pico Oso con la Puerta y Huevo al fondo. |
Vistas a San Isidro con Pico Agujas. |
Tras varias fotos y planear una marcha de dos días para llegar hasta Valdelugueros y subir algún pico, nos tocaba retomar la marcha para ir a por la siguiente cumbre, no sin antes dejar una nota bastante peculiar en el buzón de cumbres del Oso (uno de los más guapos que hemos encontrado).
Y tras la gran bajada... la gran subida que nos lleva al Pico Nogales a 2073m. Tendríamos compañía de algún montañero experimentando que nos demostraba sus conocimientos sobre el terreno.
Íbamos bien de tiempo y de fuerzas por lo que optamos por ir hasta el Jeje antes de buscar un lugar de lo más cómodo para comer.
Sobre las tres de la tarde tocaba volver y descender todos los metros ganados con anterioridad.
El terreno era bueno, así que hicimos algo de trail y empezamos a correr, todo iba muy bien y estábamos confiados hasta que algo nos empezó a inquietar, y es que el camino nos parecía algo novedoso, como si no hubiéramos pasado antes por ahí. Tiramos de móvil y efectivamente, nos habíamos desviado bastante y no vimos el camino de piedra. Alguna de estas siempre nos tiene que pasar, así que a trepar un poco por el pedrero para no tener que dar tanta vuelta.
Volvemos al camino correcto ya con algo de sed así que a buscar la fuente que habíamos visto en la subida, no sin antes coincidir con algún mastín que vino a saludarnos y se llevó su premio en forma de chorizo.
Ya sólo pensábamos en la fuente pero la montaña aún nos tenía una sorpresa preparada y a escasos metros en mitad del camino íbamos a sorprender a un corzo que no tardó en vernos e irse.
Daban las cinco de la tarde y llegaríamos a las seis horas de ruta, habiendo ascendido el Oso, Nogales y Jeje.
Una ruta con unas vistas impresionantes al igual que el día y la compañía, una ruta que nos llevaba a nuestros orígenes en la montaña recordando aquellas marchas de campamento en la que Samu y Pablín, como acampados y más tarde como monitores, seguían a Juanra para abrir el camino al grupo.
“Antes que el esfuerzo, las rocas y el viento, la amistad es el componente esencial en la montaña.”
Geyson Millar
Que guapada de ruta
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