miércoles, 25 de julio de 2018

Vuelta a los orígenes

La semana pasada nos escapamos a tierras leonesas, concretamente hasta el Puerto de Vegarada, para alcanzar las cimas del Pico Faro y Pico Huevo.



En esta ocasión el grupo estaba formado por Samu, Pablo y un debutante en esto de las cumbres como Raúl. 



Dejaríamos el coche en Vegarada y comenzaríamos nuestra aventura vistando un antiguo búnker desde donde se divisaban antiguamente a las tropas enemigas.




Eran las 12 de al mediodía y coincidíamos en que ya era una buena hora para empezar a subir en dirección a la Puerta. Llevábamos una ruta guardada pero como siempre decidimos improvisar (dícese de la acción alpina de inventar para perderse y hacer la ruta mucho más entretenida) pero esa ruta ya la habíamos realizado con anterioridad con el Campamento Pelayo por lo que sabíamos perfectamente la ubicación exacta de La Puerta en todo momento, así como la existencia de una cascada en sus cercanías.






Una vez divisado nuestro objetivo comenzamos a atacarlo a un buen ritmo que se aceleraba en ocasiones por la inesperada presencia de un par de mastines, en tiempo record ya estábamos en el vértice de la puerta por lo que sin más miramientos nos dirigimos al Pico Faro.







La ruta hasta el momento bastante tranquila comenzó a ponernos en dificultades cuando en la ascensión a la base del Pico Faro el camino con piedra muy suelta nos hacía resbalar y amenazaba con no dejarnos conseguir el objetivo marcado. Armándonos de valor y tirando del orgullo alpino conseguimo superar el obstáculo (que no lo parecía tanto) y poder llegar a la roca para subir al Pico Faro 2112m. 






Bajada fácil del Faro para dirigirnos al Pico Huevo practicando un poco de trail y así poder incrementar la producción de la eritropoyetina endógena, hormona conocida comúnmente como EPO. En pocos minutos ya estábamos en la cima del Huevo para divisar las hermosas vistas que nos brindaba.





Había que ir pensando en la bajada y decidimos cambiarla realizándola por la vaguada contraria, lo que nos resultó mucho más fácil. Momento ya para comer sobre las tres de la tarde y descenso tranquilo y diferente para visitar a nuestros amigos los caballitos (esta vez ya sin mastines) y visita fugaz a la cascada que por alguna razón que desconocemos no se aprecia bien en las fotografías.






Llegada al coche y tras comprobar que efectivamente alguno había quemado por el bajo factor de la crema, nos fuimos a nuestro Campamento Pelayo, parada obligatoria en el Peña, parada obligatoria en el Ezequiel y vuelta a Mordor...



"Nunca debemos olvidar quiénes somos y de donde venimos, la vida da muchas vueltas y podemos regresar siempre al mismo lugar"




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